viernes, 11 de octubre de 2013

Chris Burden / Una vida convertida en performance / Por RANDY KENNEDY, LOS ÁNGELES (New York Times)

Una vida convertida en performance

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Por RANDY KENNEDY,  LOS ÁNGELES (New York Times)


De todas las cosas hechas por el creador Chris Burden y practicadas a su cuerpo en nombre del arte —un disparo en el brazo con un rifle del calibre 22, clavos en las manos, cortes con cristales rotos, confinamiento durante cinco días en una taquilla diminuta...—, puede que su performance más poética haya sido también la más simple.
En 1973, Burden viajó en kayak para B.C. Mexico desde una ciudad del mar de Cortés, en Baja California, hasta una playa deshabitada más al sur llevando solo agua. Pasó 11 días allí, con temperaturas que rondaban los 50 grados, antes de poner fin a la performance y volver remando a la ciudad. En su galería de Los Ángeles, una nota que describía su ausencia fue lo único que encontraron los espectadores al llegar a la exposición programada.
“Era más una cuestión de aislamiento que otra cosa”, dijo recientemente Burden, que ahora tiene 67 años. “Se trataba de desaparecer”.
A lo largo de tres décadas, este artista, objeto de una retrospectiva que organiza hasta el 12 de enero el New Museum de Manhattanha vivido su vida como una especie de experimento conceptual en el que ha estado a la vez ausente y presente. Su obra ha sido aplaudida en California y Europa, pero se reconoce poco en otros lugares.
Las esculturas que han constituido buena parte de la obra de Burden desde los años ochenta a menudo parecen trabajos que podría realizar un aficionado en su patio trasero: maquetas de puentes de acero, rascacielos de 12 metros construidos con piezas de mecano, dioramas militares inmensos y metrópolis en miniatura.
Desde 1981, Burden y su mujer, la escultora Nancy Rubins, han vivido en Los Ángeles, en las profundidades de los montes del cañón de Topanga. Antes de construir la casa, pasaron cinco años en una tienda de campaña; ahora son propietarios de 32 hectáreas en el cañón.

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“Aquí las cosas alternan con bastante libertad entre ser funcionales y verse elevadas a un estatus artístico exaltado”, reconoce. Está rodeado de farolas, macetas antiguas decoradas, bancos, un grupo de fuentes en hierro forjado con forma de animales procedentes de China, tres torres relucientes hechas con piezas de mecano y un pequeño avión de juguete que puede volar.
Aunque su presencia aquí es pública, la última exposición en Estados Unidos dedicada a la carrera de Burden se celebró en 1988 en el Newport Harbor Art Museum (actualmente Orange County Museum of Art) de Newport Beach, California. “Hay una parte importante de su obra que no es conocida”, explica Lisa Phillips, directora del New Museum y comisaria de la muestra.
Burden parece casi tan corpulento como en sus primeros vídeos de performances y luce el mismo peinado juvenil en forma de casco. En parte debido a la radicalidad física de sus puestas en escena —en Trans-fixed (1974), tal vez su obra más famosa, permaneció crucificado por un corto espacio de tiempo sobre un Volkswagen Beetle —, su presencia resulta desde hace mucho algo amedrentadora. Pero en persona se parece mucho más a un ingeniero mecánico con ganas de entrar en materia.
“Cuando dejé las performances, las piezas que construía se convirtieron en laperformance”, dice, y muestra un puente de arco a escala de más de un metro de altura y fabricado con bloques de cemento que solo se sostienen gracias a la gravedad.
“Si esta pequeña pieza, solo esta, se rompe”, comenta Burden, señalando un cilindro de cemento situado cerca de la parte superior de un arco, “ya no hay puente. Se viene abajo. No sé cuánta gente lo entenderá, pero a mí me fascina”.


CHRIS BURDEN.Historia de dos ciudades

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